DEL LIBRO ZAMORA, ENSAYO HISTÓRICO Y REPERTORIO DOCUMENTAL
DEL LIC. ARTURO RODRÍGUEZ ZETINA
Como en la fundación las tierras de los indígenas quedaron divididas de las de los españoles por medio del rio Duero, hacia el sur las pertenencias de los primeros y al norte las de los segundos; así prosiguió ese estado de cosas por muchos años, pues cuando Antonio Vejines, Ines de Luna, José Lupiana y Miguel Ochoa, pretendieron introducirse indebidamente en las tierras de los naturales, se les amparó a éstos en el año de 1689, según documentos (…).
Las principales dificultades subsiguientes surgieron entre los tecos de Jacona y los del barrio de Zamora, que motivaron la transacción de 15 de noviembre de 1806, cuyas clausulas copio en lo conducente: “que el gobernador y común de la República de Xacona aplican a los naturales de Teco, pa. ellos sus herederos y sucesores un potrero ubicado en las faldas del zerro que nombran del Cochito y vulgarmente es conocido por lo de Los Palotes a Orillas del camino que sale de Xacona pa. Patamban, quedando entre el sur y oriente una barranca.
Que durante nueve as. De la Locación no tienen los naturales de Xacona la pención de qe. Los hijos del Pueblo hayan de ir con las Cordilleras ni de dar Guías, ni prestar otros servicios convenientes a la Real Hacienda de esta, o de igual naturaleza; sino que todo ha de quedar a cargo de los naturales del Teco y a ello han de estar prontos; finalizados los nueve as. del arrendamiento ha de recaer el Potrero de los Indios del repetido Barrio del Teco; y de él han de tener un Pleno dominio para que atención a que no tienen tierras útiles de Pan llevar disfrute el enunciado Potrero por sí, o arrendándolo como mejor paresca; y desde día que finalice el Arrendamiento de Victoria, y entraren al dominio y propiedad del Potrero han de servir al pueblo de Xacona con aquellas mas pensiones qe. tiene el pueblo de Ario sin causa ni pretesto…”
Como se ve, las primeras cargas en contra de los Indios del Barrio del Teco partían de sus hermanos de Jacona, quienes a pesar de aquella transacción no cumplieron con entregar las propiedades, hasta que por resolución legal los tecos del barrio de Zamora, recibieron la posesión de esas tierras el 5 de octubre de 1820 por el Justicia Mayor Antonio Obio del Campillo aun cuando, como lo asegura el señor Perfecto Méndez Padilla el 28 de diciembre de 1850 las vendieron a José Dolores Verduzco, ante la fe del escribano Mariano Peña.
Sin embargo, algunos de los tecos del barrio de Zamora tenían bienes propios, pues el día 26 de diciembre de 1792, Nicolás Patricio Martínez, legítimo de Salvador Martínez y de María Concepción (sin apellido) ante los testigos Vicente Valdés, Ignacio Moreno, José Vicente Martín, Vicente Cervantes y Antonio de Puga, otorgó su testamento, en una de cuyas clausulas ordenó: “… Ytem, mando se digan tres misas con las limosnas en peso, dos a Nuestra Señora de la Raíz (de la Esperanza), y una a San Francisco así lo declaro para que conste…”
En un plano levantado por el señor ingeniero Ignacio Ochoa Villagómez con algunas anotaciones de los hechos importantes de la Villa de Zamora, firma ese profesional que en 1740 se avencindaron en ella varias familias de Santander y que el Pueblo del Teco se unió a la citada villa. (…) pero lo primero no se encontró en ningún archivo. La población fue creciendo en extensión y en número de habitantes, pues nombres distintos aparecen en los libros de actas matrimoniales de la parroquia de esta ciudad. El primero tiene en la carátula el año de 1612; pero en sus páginas interiores hay inscripciones de 1604, según esta relación:
1604: Francisco Gutierrez, Miguel del Campo (fundador), Alcalde y Francisca de Vascones.
1606: Guillermo Pérez marido de Isabel Castañeda; Juan Fernández, Polonia Sánchez, Julio de Cabrera, Alonso de la Mora, Martín González, Lazaro Fernández, Cristóbal Fernández, Julio Aguilar de Solís, Simón Nobel, Alfonso Tirado, Isabel Pérez Garfías, Francisco de Zamora, Pedro y Mariano Cuevas, Miguel de Zamora.
1609: Pedro de Valdés y Juana Robledo; Pedro de Saucedo; Juana Samaniego, Francisco Quintero marido de María Fernández; Germán Valdés, Diego Alejandre de la Mora, casado con Eugenia de Benavides; Alonso Arauc marido de M. de Castañeda; Jerónima de León, María de Bedoya, Alonso y Sabina Robledo, Antonio de Carbajal marido de Francisca Rivera.
1610: Francisco Alejandre marido de Mariana de Cuevas; Pedro Martín Barragán, Ana de Robledo, Julio Alonso, marido de Beatriz López, Diego Alonso y María Rubio, Baltazar de Villanueva marido de María Amezcua, Juana de la Fuente y Pedro López, Alonso López Murillo esposo de Beatriz A. Rodríguez, Alonso de Zamora marido de Beatriz del Hierro, Lázaro Fernández marido de Catalina Jiménez, Manuel de Mendoza y Melchora Ramírez.
1611: Julio Bautista de Garibay y Diego Méndez, María Gómez, Diego Pérez marido de Jerónima de Castañeda, Antonio Bautista Garibay, Pedro de Chávez marido de Ana de Vascones, Diego Ochoa “el mozo”, Alonso Angulo marido de Isabel Ramírez, Diego Ochoa Garibay marido de Juana de Bejines, Pedro Samaniego, Mariana de Villalobos, María de Lupiana, Pedro Marqués Barragán “el mozo”.
Sería cansado proseguir en el intento de dar a conocer los nombres de las personas que aparecen en los años subsecuentes; pero es el caso que en los primeros tiempos creció la población; y los Tecos, como bien lo afirma el señor licenciado Perfecto Méndez Padilla no se extinguieron por la crueldad de los conquistadores, sino por la fusión de la sangre.
En los mismos libros de actas de la parroquia antes indicada encontramos que la mayoría de los niños de padres tecos tuvieron como padrinos de bautismo a españoles, estableciéndose así entre éstos y los indios verdaderos lazos de unión espiritual.
Extendiéndose hasta la esclavitud, diremos que los des esta condición generalmente eran mulatos, y la libertad la fueron adquiriendo a través de la acción de la Iglesia Católica, que obró sin violencias. Estos tres casos nos darán razón en lo que decimos: “Cuenta de Don Benito Dávalos, Zamora, nov. 17 de 1782. Manuel Ochoa, hijo de mi esclava, consta su cuenta de lo que ha trabajado hasta que se presentó para casarse en la de su padrastro Juan Diego Olvera que le dio ochenta pesos para su libertad, y por haber dicho ambos que se le separe, habiéndose ellos apuntado su cuenta hasta dicho día, le voy dando a Manuel (el esclavo) lo siguiente en cuenta de su trabajo en la recua de atajadores, a razón de cuatro pesos y lo mismo gana en la casa”. – “Francisco Garibay, esclavo que fue de mi compadre, se acomodó de sabanero, ganando seis pesos al mes de recua, y salió en dicho día para la Parota”. – “Juan Alvarez, marido de Petra mi esclava, se acomodó de mandero, y ha de servir también de cochero, por el salario de cuatro pesos cada mes, que corren desde dicho día (abril 12 de 1785). Cuentas de don Benito Dávalos.
(…)
Por el esfuerzo de los españoles, la Ciénega de Zamora se convirtió en el fértil valle que ahora conocemos, y para emprender los sacrificios realizados, damos la condición que prevalecía en esta región todavía en el año de 1783: “…las calles están empedradas, y aunque de piedra gruesa e incómoda, son transitables y facilitan la comunicación que antes de componerlas se les dificultaba por el mucho lodo que había en ellas en el tiempo de aguas, que dicen, obligaba con especialidad a las mujeres, a despedirse unas de otras hasta el tiempo de secas.
“hay un razonable vecindario de gente española: 10 tiendas gruesas, 5 pulperas y administraciones de alcabalas, tabaco, pólvora y naipes, muchos se dedican a la labranza, y algunos que tienen atajos de mulas, compran anticipando el dinero, porción de azúcar que conducen a Guanajuato, Zacatecas y Guadalajara, o ganando uno o dos reales en cada arroba traspasan parte de sus compras a los vecinos que no tienen porción para anticipaciones, ni crédito para que les fíen.
El carácter de los vecinos dicen lo manifiesta la siguiente redondilla (sic):
“Sin haciendas, ricos;
sin hazañas, godos;
entre sí parientes,
y enemigos todos”.
“… todas las entradas de la villa se ponen en tiempos de agua, por el muchísimo lodo, poco menos que intransitables…”
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